Mientras el cuerpo de Perón estuvo expuesto en el Congreso, muchas personas fueron a darle el último adiós y más de un millón de argentinos quedaron sin poder ver a su líder.
El lunes 1º de julio, a las 14.10, María Estela Martínez de Perón anunciaba a todo el país el fallecimiento del teniente general Juan Domingo Perón diciendo: «con gran dolor debo transmitir al pueblo el fallecimiento de un verdadero apóstol de la paz y la no violencia».
Inmediatamente después de su muerte, los restos de Perón fueron instalados en la capilla de la quinta presidencial de Olivos, vestido con uniforme militar, donde se lo veló hasta el día 2. Luego, fue trasladado a la Catedral Metropolitana rezándose una misa de cuerpo presente para finalmente ser conducido al Palacio Legislativo. Allí permaneció hasta las 9.30 del jueves 4.
Mientras el cuerpo de Perón estuvo expuesto en el Congreso, muchas personas fueron a darle el último adiós y más de un millón de argentinos quedaron sin poder ver a su líder. Sin embargo, una multitud se congregó a lo largo de las avenidas Callao y del Libertador para rendir homenaje –al paso del cortejo- al presidente desaparecido. Dos mil periodistas extranjeros informaron de todos los detalles de las exequias.
Tras varios días de duelo nacional los restos fueron trasladados a una cripta en la Quinta Presidencial de Olivos hasta que en el 2006 fueron llevados a la quinta de San Vicente, la cual le perteneció en vida y luego se convirtió en un museo en su honor.
Su muerte provocó en la mayoría del pueblo un sentimiento de tristeza y desazón, del hombre que nunca los había defraudado, que siempre antepuso el interés del pueblo a su interés personal.
«La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo»