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10/11/2016 04:11:50 - Editorial

10 de noviembre en el dia de la Tradición: En éste Siglo XXI “La Minga” hace mucha falta…. por Antonieta Chiniellato (1688)

En esta época, es la velocidad la que ocupa el primer puesto en la vida de los habitantes de las grandes urbes, por eso, parece impracticable la actitud de nuestros antepasados; no solo de quienes poblaron el continente europeo hasta el siglo XIX, sino el de los tiempos de los Pueblos Originarios que ocuparon este continente latinoamericano, antes de la llegada de los españoles.
 


Muchas etnias convivían en este bello, extenso y grandioso territorio que hoy denominamos « Patria Grande». Desde Centro América hasta la Antártida Argentina (incluyendo las Islas Malvinas) los Mayas, los Incas, los Guaraníes, los Tehuelches, los Onas y cientos de tribus recorrían a pie la tierra madre en busca de alimento. Por entonces la mayoría de estos grupos, poseían costumbres, ritos y fundamentalmente respeto; no solo por el suelo que habitaban, sino también por el otro ser humano cuando una acción de la naturaleza, les hacía “caer en desgracia”, perder la cosecha, animales o la propia vivienda.


A pesar del tiempo transcurrido, de la llegada de los conquistadores y finalmente de los adelantos tecnológicos que se lograron a través de la ciencia, hoy en día hay fenómenos naturales que ponen muchas veces en peligro hasta la misma vida humana. Siempre hay un hermano que debe resolver sin pérdida de tiempo situaciones graves y no siempre cuenta con la ayuda del Estado o la cobertura de un seguro social.


En una comunidad organizada la Constitución debería funcionar desde lo que se conoce como: Derecho Social, cuya principal y gran misión es la de ordenar y corregir las desigualdades que existen entre las clases sociales con el claro objetivo de proteger a las personas ante las diferentes contingencias que le pueden ir surgiendo en el día a día.
Sin embargo, y más allá de los derechos que debiera hacer cumplir un Gobierno Democrático o el Poder Judicial, la desigualdad reina en nuestro país y es “ la gente” quien acude en ayuda del amigo, vecino o simplemente el prójimo, como lo hicieron nuestros antepasados: los aborígenes y el campesino.
Los sabios aborígenes, que, no andaban por el mundo con tanta información como la que tenemos hoy en día, ni con la prisa por alcanzar metas, poseían una actitud solidaria colectiva, a la que llamaban «Minga».


Minga (minka en quechua) es una antigua tradición de trabajo comunitario o colectivo con fines de utilidad social.


Ciertamente el significado de la minga deriva del conocimiento que tenían los aborígenes de que, realizando un trabajo compartido para el bien común, éste se hace más rápido y mejor.
Esta costumbre, como todas las tradiciones, se fue transmitiendo de generación en generación. Nuestros gauchos, habitantes nacidos de la fusión entre el español y el aborigen, fueron también perseguidos por no pertenecer ni a la civilización europea, ni a la indígena y se constituyeron en “los parias” del territorio argentino. Luego muchos de ellos ante la necesidad de dar un mejor bienestar a los suyos, aceptaron dejar esa vida errante y se convirtieron en el campesino, el hombre de campo o sea, dejaron de ser el gaucho “paria”, al ser contratados por los dueños de estancias a quienes por un jornal miserable le debían trabajar la tierra, cuidar el ganado o realizar todo tipo de tarea que su patrón requiriese.


Muchos argentinos, descendientes de aborígenes, gauchos o los inmigrantes pobres, han tenido que vivir en la marginalidad y de hecho hay cantidad de ellos que continúan así, es decir construyendo sus viviendas en tierras donde aún no ha llegado la «civilización». Casas que suelen estar ubicadas al costado de una ruta o a la margen de un río, especialmente de éste último dado que el agua es esencial para la vida del ser humano, lo que muchas veces les acarrea la perdida de sus viviendas cuando hay crecidas importantes.
En esos momentos, cuando no llega la mano del Estado o alguna institución de bien público, «la minga» se hace presente.


Don Yatu y el Rancho Perdido

autor: Olga Laotur de Botas


...Cuando aquel día aborrecible
se me vino la creciente
y al arroyito inocente
le dio una fuerza increíble
cuando en furia incontenible
desatados elementos
se llevaron mi sustento
mi rancho, mi sementera
mi ganado, mi tranquera...
creí no recobrar aliento.

Pero mi compradre Juan
y mi vecino Ventura,
que dieron a mis criaturas
a mi mujer y a mi, abrigo,
se me mostraron amigos
como Dios nos manda ser
y me dijeron: «A ver,
prepárese pa´ la minga,
que aunque se oponga Mandinga
su rancho le hemos de hacer»....

A.Ch. 10-11-16













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